sábado, 28 de marzo de 2009

Hay un agujero oscuro. Hay un agujero repugnante. Hay un agujero que hierve aún. Ahí, justo en el medio, entre todo lo que florece hay un agujero. ¿Con que llenarlo? Seguramente la salida mas fácil es la venganza, el odio profundo, el asecho. Pero mejor esperar, con el tiempo y mientras mas alto vuelen las aves, sus alas se irán derritiendo con el Sol. Seres insignificantes, por lo menos en estos tiempos, pero que llevan al mas cuerdo a la locura. Paz cuando se hundan, sin prisa por ir a su auxilio, pues estos pájaros carroñeros se alimentaron demaciado de mi muerte en vida, ¿por qué tenderles una mano? No, quizás lo mejor sea cerrar los ojos y saltar al mar. Nadar y nadar. Y los peces que me necesiten vendrán a mí, mientras las aves arman alboroto con su inminente caída, prácticamente en llamas. Yo seguiré flotando, como sin vida, esperando para nacer, o quizás para morir, al fin y al cabo ni usted ni yo sabemos muy bien quien soy...

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