jueves, 6 de agosto de 2009

Cuando el orgullo nos miente

Cuando era chico y me preguntaban de que quería trabajar de grande, yo decía que quería ser dueño de una juguetería. Claro que pretendía no abrirla y así poder jugar con todos los juguetes y, cuando descubrí que esto no sería posible, desistí.
Sin embargo, en mi adolescencia, cumplí el sueño de mi infancia. Fui muy feliz. Me encantaba, aunque me de algo de vergüenza, jugar con una muñeca. Era sencilla, pero en sus ojos de plástico azul había algo que me hacía no querer dejarla. Con el tiempo, llegó el día en que alguien se la llevó.
Me sentí muy triste, muy solo. No había en mi vasta juguetería nada que me llamara la atención como ella. Un día, no supe por qué, vinieron a devolverla. Estaba radiante, como siempre, tan radiante que no mucho después se fue otra vez. Así siguió la vida, se la llevaban y me la devolvían, como si fuese una muñeca común y corriente.
Llegó el momento en que creí que, tal vez, yo me equivocaba y efectivamente era un juguete del montón.Cuando la trajeron de vuelta no la quise. Hoy, un poco menos adulto, no entiendo la razón de mi decisión y la extraño en secreto. Mientras tanto, alguien valora la muñeca que supe dejar de merecer, y yo me pregunto de que tanto me valieron el orgullo y la madurez, si ya no puedo mirarme al espejo sin esperar que un destello azul a mis espaldas me indique que mi muñeca regresó.

3 comentarios:

Federico Darío Pretel dijo...

Voy a aclarar dos cosas, la primera que esto lo escribí hace un par de días, por lo que quizás le cambiaría un par de cosas, pero es así como salió en un principio. La otra es que a veces los ángeles de la guarda necesitamos vacaciones, pero como tomé dos muy seguidas me echaron del trabajo, así que voy a empezar a mandar mi currículum :P

Macarena dijo...

Es re lindo lo que escribiste,
que andes bn (Y

un beso :)

alfonchinita dijo...

sos un cursi y escribis bien, BUU qe te digo si ya lo sabes. Te quiero mucho pendejin :)