lunes, 31 de enero de 2011

Esperando el impacto

El techo se hace cada vez más bajo y las ventanas parecen achicarse hasta desaparecer. Nos quedamos sin salidas en un mundo que, por más que no sea extraño ni nuevo, no deja de sorprendernos ni, mucho menos, perforarnos el corazón (si es que quedaba algo que perforar). El día a día se hace imposible y nuestro entorno nos contagia, nos llena de sombras el alma y no hay mapa que nos diga por donde salir. Cada vez más adentro del barro no podemos mantenernos en pie, y mucho menos sostener cualquier tipo de relación no contaminada. El fin se acerca, pero nunca termina de llegar. Esto nos consume, nos encierra en una caja de cristal, frágil, hermética. Mientras tanto voy perdiendo cosas por el camino, contagiando al mundo con mi tristeza y dejando volar los pájaros a los que nunca quisiera ver morir...

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